En este blog muchísimas
veces se ha utilizado el término «lavado de cerebro» como sinónimo
de «control mental». Sin embargo, hoy en día los dos procesos son
muy diferentes y no deben ser confundidos. El control mental no es un
lavado de cerebro. Y esto es algo que desde hoy me propongo a no
seguir confundiendo en este sitio. Esto es una de las ventajas de
seguir aprendiendo sobre psicología y no quedarse en las enseñanzas
caducas de un grupo que no mira hacia delante y reconsidera sus
creencias. Me refiero como no al Cuerpo Gobernante, pero a diferencia
mía y de cualquier otro ex-testigo de Jehová que podemos con total
libertad replantearnos nuestras creencias cosa que es muy sana y la
clave para llegar a la verdad, ellos no pueden porque nos vendieron
la moto de que esas creencias suyas son divinas y trasladadas a ellos
por parte del mismo Jehová. Por eso no pueden hacernos creer que
esas creencias ya no sirven porque se delatarían ellos mismos como
mentirosos. O Jehová no los ilumina o el mismo Jehová se
equivocaba. De ahí que para ellos sea tan importante el control
mental, porque ya no tienen métodos creíbles incuestionables por
sus evidentes pruebas. Han de recurrir a métodos de manipulación
psicológica para mantener los adeptos principalmente si bien asumen
que ya no pueden atraer a nuevos.
El lavado de cerebro
es típicamente coercitivo. El sujeto sabe desde el primer momento
que está en manos del enemigo. Se inicia con una clara demarcación
de los respectivos roles -quién es el prisionero y quién el
carcelero-, y el prisionero no tiene ninguna alternativa. Los malos
tratos, e incluso la tortura, se utilizan normalmente. Es el típico
lavado de cerebro que los Nor Coreanos imponían a los soldados
americanos capturados para convencerlas de que el comunismo y su
régimen eran lo que tenían que abrazar. El método que conocemos
por la televisión y las películas de meter en una habitación al
individuo y maltratarlo con técnicas de todo tipo.
El método
coercitivo no cuenta un porcentaje de éxitos muy elevado. Tan pronto
como el individuo se aleja de sus secuestradores y vuelve al entorno
familiar, los efectos tienden a desaparecer. El lavado de cerebro
resulta eficaz para conseguir que se acepten exigencias tales como la
firma de una confesión falsa o denuncias contra el gobierno. Los
individuos que son coaccionados se avienen a realizar ciertos actos
específicos para salvaguardar lo que han hecho. Pero estas nuevas
creencias no están por lo general bien interiorizadas, y cuando el
prisionero escapa del campo de influencia (y miedo) es capaz, casi
siempre, de quitárselas de encima.
El control mental, casi
siempre, llamado «reforma del pensamiento», es más sutil y
retorcido. Esto es lo que practican las sectas y nuestra Wacthtower.
Quienes lo practican son considerados como amigos o compañeros, de
forma que el sujeto no está tan a la defensiva. Inconscientemente,
colabora con sus controladores y les suministra información privada
sin saber que la utilizarán en su contra. El nuevo sistema de
valores es interiorizado en la estructura de una nueva identidad.
En
el control mental hay muy poco o ningún abuso físico. Por contra,
los procedimientos hipnóticos se combinan con los de dinámica de
grupo para conseguir un fuerte efecto de adoctrinación. El individuo
es engañado y manipulado -sin necesidad de amenaza directa alguna a
no ser que se vea casi perdido al adepto- para que acepte las
alternativas ordenadas. Las más de las veces, el individuo responde
positivamente a lo que le hacen.
No es buena cosa que los
medios de comunicación utilicen la expresión «lavado de cerebro»
con tanta ligereza. Evoca imágenes de conversión por la tortura.
Quienes están en una secta saben que no han sido torturados, así
que piensan que aquellos que les critican son unos mentirosos. Cuando
yo era miembro de los Testigos de Jehová, «sabía» que no me
habían lavado el cerebro. Recuerdo, sin embargo, la ocasión en que
desde la plataforma se nos dio una charla en la que dijo que se
acusaba a los Testigos de Jehová de habernos lavado el cerebro a sus
seguidores. Sus palabras fueron: «Las mentes son muy sucias, están
llenas de egoísmo materialista y de drogas, ¡y necesitan un lavado
de cerebro celestial!» Todos nos echamos a reír. De hecho creo que
es una de las respuestas que en el libro “Razonamiento” viene en
forma de directriz para responder al amo de casa que acusa a la
organización de lavar el cerebro a sus adeptos. De hecho esto es
fácil de leer en muchas de sus publicaciones para eludir tal
objeción. Suele acabar con la pregunta al testigo que lo lee “¿Se
le ha encerrado en una habitación y obligado de manera cruel a
repetir consignas o a aceptar nuestras creencias? Porsupuesto que no”
y con eso pretenden desmarcarse del control mental que someten a sus
adeptos.
Si la expresión «lavado de
cerebro» se confunde a menudo con «control mental», también el
término «hipnotismo» es muchas veces mal interpretado. El empleo
de la palabra «hipnotismo» en varias formas es muy común en
nuestras conversaciones habituales (muchas veces decimos cosas como
«ella le hipnotizó con su sonrisa»). En realidad, la mayor parte
de las personas no entienden muy bien lo que es la hipnosis. Cuando
se menciona el término, la primera imagen que acude a la mente es la
de un doctor barbudo que balancea de la cadena un viejo reloj de
bolsillo ante la cara de una persona a quien se le cierran los
párpados. Si bien esta imagen es desde luego un estereotipo, apunta
al objetivo central del hipnotismo: el trance. Los individuos que son
hipnotizados entran en un estado como trance que es fundamentalmente
distinto de la conciencia normal. La diferencia estriba en que en el
estado consciente normal, la atención se dirige hacia afuera a
través de los cinco sentidos, mientras que en el trance la atención
se dirige hacia adentro. Uno escucha, ve y siente internamente.
Naturalmente, existen varios grados de trance, que varían desde el
leve trance normal de soñar despierto hasta los estados profundos en
los cuales el individuo pierde casi por completo la conciencia del
mundo exterior y es extremadamente susceptible a las sugestiones que
se puedan implantar en su mente.
El hipnotismo está
relacionado de muchas maneras con las prácticas de control mental
antiético de las sectas destructivas. En muchas de las sectas que se
definen como religiosas, lo que a menudo se denomina «meditación»
no es más que un proceso por el cual los miembros de la secta entran
en trance, momento en el que pueden recibir sugestiones que les harán
más receptivos para seguir fielmente la doctrina de la secta. Las
sectas no religiosas emplean otras maneras de introducir individual o
de grupo. Además, como estar en trance resulta por lo general una
experiencia relajante y placentera, la mayor parte de la gente desea
entrar de nuevo en trance tantas veces como sea posible. Es
importante resaltar que los investigadores psicológicos han
establecido clínicamente que las facultades críticas de los
individuos disminuyen en el estado de trance. Uno está menos
capacitado para evaluar la información recibida en un trance que en
un estado normal de conciencia.
Por ejemplo, cuando los
Testigos de Jehová animan a los adeptos a meditar en las cosas
aprendidas hacen que el adepto se centre y medite unicamente en lo
dicho por la secta ya que como mencionamos en posts anteriores la
información exterior esta prohibida. Esto hace que la mente se abra
unicamente para recibir mas información de la misma fuente, que como
ahora sabemos no tiene por que ser una fuente verídica o
confiable.
La capacidad de la hipnosis para afectar a las
personas puede ser considerable. Es posible ponerlas en trance en
cuestión de minutos, y realizan entonces proezas notables. Quizás
el ejemplo más conocido es aquel en que a un sujeto hipnotizado se
le clava una aguja muy larga en el muslo y no siente dolor. A un
individuo hipnotizado se le puede hacer bailar como Fred Astaire,
tenderse entre dos sillas y adoptar la rigidez de una tabla,
comportarse como si tuviera las manos «pegadas» a los costados, y
cosas por el estilo. Si puede lograrse que realicen semejantes
hazañas, lograr que los sujetos hipnotizados crean que forman parte
de unos «pocos escogidos» también es fácil de conseguir.
Y eso es lo que hacen
principalmente los Testigos de Jehová. Todavía recuerdo una de las
ultimas discusiones ya mas o menos airadas en las que intentaba hacer
entender a mi madre el sin sentido de sus creencias. Mi intención
era hacerle ver que ella es Testigo de Jehová solo porque ha tenido
la suerte de nacer y vivir en un país industrializado y democrático
en el que se le permite elegir credo incluso con organizaciones que
ahora a mi juicio deberían prohibirse como los Testigos de Jehová.
Intentaba hacerle ver que si hubiera nacido en una tribu lejana de
África o de Centro América no habría oído hablar jamas de un tal
Jehová y que sus creencias serian totalmente diferentes, aun así
como todo el mundo con su religión ella la defendería por extraña
que pareciera como hoy defiende a los Testigos de Jehová. ¿No
debería explicar eso que una secta tan extremista como la suya que
defiende el fin inminente del mundo en el que solo se salvaran ellos
es totalmente falsa, errónea y egocéntrica? Poco le importo mi
razonamiento y solo me dijo de forma tajante y autoritaria que en el
Armagedon solo se salvaran los
“dedicados y bautizados”. Todo un
despropósito y un desprecio a un sin fin de religiones que no conoce
ni uno solo de los miembros de esta secta y que aun así están
siendo desechadas de ante mano si no son adoctrinados por un testigo
de la manera en como la Wachtower dice, con su estudio bíblico y
posterior bautismo, tratando de convertir a todos los congéneres.
Por lo general, las
sectas destructivas inducen el trance en sus miembros a través de
largas sesiones de adoctrinamiento. Las repeticiones y el forzar la
atención son buenos medios para la inducción de un trance. Si
observamos a un grupo en esa puesta en escena, es fácil distinguir
cuándo se ha conseguido el trance. Los presentes parpadean y tragan
con lentitud, y sus expresiones faciales se relajan y adoptan una
actitud vacía y neutra. Con los individuos en semejante estado, los
líderes sin escrúpulos pueden implantarles creencias irracionales.
Mis padres son el mejor ejemplo.